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  :: Exorcismo-de-León XIII-:: 21-11-2024 17:35 (UTC)
   
 

EL EXORCISMO CONTRA SATANÁS
Y LOS ÁNGELES REBELDES
Publicado por orden de Su Santidad León XIII:

"Revestíos de la armadura de Dios para que podáis sosteneros ante las
asechanzas del diablo. Que no es nuestra lucha contra carne y sangre,

  sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes
mundanales de las tinieblas de este siglo, contra las huestes espirituales de
 la maldad que andan en las regiones aéreas. Por esto, tomad la armadura
de Dios para que podáis oponer resistencia en el día malo y,

prevenidos con todos los aprestos, sosteneros".
(Ef. 6,11-13).

.  

   A LA IZQUIERDA, LA PRIMERA HOJA DE LA EDICIÓN FRANCESA DE 1903, UNA DE LAS ÚLTIMAS PUBLICADAS ÍNTEGRAMENTE, DE LA QUE HEMOS TRADUCIDO EL TEXTO QUE PUBLICAMOS.

.  

   Esta oración, compuesta por el Papa León XIII según el formulario de los exorcismos del Ritual Romano, debería ser recitada frecuentemente por todos, tanto en público como en privado, para poner en fuga a los demonios, disminuir su acción perversa sobre los pecadores, preservar a la Iglesia  la Patria y la Familia de grandes males.

   Esta muy meritoria oración, enriquecida con una indulgencia plenaria aplicable cada vez a los vivos y a los difuntos ejerce particularmente su influencia liberadora sobre las personas y los lugares maleficiados por sortilegios ocultos, amenazas enemigas y todo lo que puede perturbar gravemente la concordia y la paz cristiana, sobre todo cuando importa triunfar sobre peligrosas tentaciones contra la fe o costumbres, sobre el endurecimiento de ciertos pecadores, sobre crisis de desesperanza en las adversidades, sobre asaltos diabólicos en el momento de la agonía y en general, sobre todas las calamidades públicas o privadas. Es por esto que está recomendado particularmente recitarlo en público en el curso de peregrinaciones.

   No se exige ninguna autorización eclesiástica especial ni ayunos previos, pero se recomienda, en tanto sea posible, confesar y comulgar y hacer alguna penitencia o limosna preparatorias, a fin de obtener de él una completa eficacia.

   En familia, así como en los oratorios privados, en ausencia de un sacerdote, pueden recitar esta oración en nombre de los fieles cristianos, un clérigo exorcista, un miembro de orden religiosa, y aún un simple laico, hombre o mujer.

   En la resitación pública, los laicos omitirán decir las invocaciones litúrgicas reservadas al sacerdote. (Indicadas en el texto)

  Al final del Exorcismo, se asperge agua bendita sobre el lugar y las personas presentes. El sacerdote puede dar la bendición solemne con la Cruz o el Santísimo Sacramento.

   La promulgación del Exorcismo por León XIII, constituye un Hecho Eclesial (un Hecho Eclesial es, por definición, un suceso que se produce en la Iglesia y que sólo puede estar referido a toda la Iglesia tomada en conjunto).

   A los fieles de 1900 este exorcismo pudo parecerles de un pesimismo entenebrecido del Sumo Pontífice, pero sabemos que León XIII fue divinamente inspirado. Tanto este exorcismo como la Oración a San Miguel Arcángel, que ordenó que se rezara al final de todas las Misas, los escribió él mismo, como podemos ver por el relato que nos hace el padre Domenico Pechenino. (En este mismo sitio: VISIÓN DE LEÓN XIII

 

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EXORCISMO CONTRA SATANÁS
Y LOS ÁNGELES REBELDES
Publicado por orden de Su Santidad León XIII

   En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

   Salmo 67.Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian.

   Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.

   Salmo 34.

   Señor, pelea contra los que me atacan; combate a los que luchan contra mí.

   Sufran una derrota y queden avergonzados los que me persiguen a muerte.
   Vuelvan la espalda llenos de oprobio los que maquinan mi perdición.
   Sean como polvo frente al viento cuando el Ángel del Señor los desbarate.
   Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el Ángel del Señor los persiga.
   Porque sin motivo me tendieron redes de muerte, sin razón me abrieron trampas mortales.

   Que les sorprenda un desastre imprevisto, que los enrede la red que para mí escondieron; que caigan en la misma trampa que me abrieron.
   Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación.
   Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
   Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Súplica a San Miguel Arcángel. 

   Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha que mantenemos combatiendo "contra los principados y potestades, contra los caudillos de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos esparcidos por los aires" (Ef. 6, 12). Ven en auxilio de los hombres que Dios creó incorruptibles a su imagen y semejanza (Sap. 2, 23), y a tan "alto precio rescatados" (I Cor. 6, 20) de la tiranía del demonio. Con las huestes de los ángeles buenos pelea hoy los combates del Señor, como antaño luchaste contra Lucifer, corifeo de la soberbia y contra sus ángeles apóstatas. Ellos no pudieron vencer, y perdieron su lugar en el Cielo. "Fue precipitado el gran dragón, la antigua serpiente el denominado diablo y Satanás, el seductor del universo: fue precipitado a la tierra y con él fueron arojados sus ángeles" (Apoc. 12,.8-9).

   He aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha erguido con vehemencia. Disfrazado de "ángel de luz" (II Cor. 11, 14) con la escolta de todos los espíritus malignos rodea e invade la tierra entera, y se instala en todo lugar, con el designio de borrar allí el nombre de Dios y de su Cristo, de arrebatar las almas destinadas a la corona de la gloria eterna, de destruirlas y perderlas para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno dragón derramó sobre los hombres de mente depravada y corrompido corazón, el veneno de su maldad: el espíritu de la mentira, de la impiedad y de la blasfemia; el letal soplo de la lujuria, de todos los vicios e iniquidades.

   Los más taimados enemigos han llenado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido. Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. Oh invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los espíritus que le atacan y dale la victoria.

   La Iglesia te venera como su guardián y patrono, se gloría que eres su defensor contra los poderes nocivos terrenales e infernales; Dios te confió las almas de los redimidos para colocarlos en el estado de la suprema felicidad. Ruega al Dios de la paz que aplaste al demonio bajo nuestros pies, para que ya no pueda retener cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia. Ofrece nuestras oraciones al Altísimo, para que cuanto antes desciendan sobre nosotros las misericordias del Señor (Salmo 78, , y sujeta al dragón, la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y, una vez encadenado, precipítalo en el abismo, para que nunca jamás pueda seducir a las naciones (Apoc. 20).

   Después de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, nos disponemos a rechazar la peste de los fraudes diabólicos, confiados y seguros en el Nombre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.

   He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.

   R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
   Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
   R. Como lo esperamos de Ti.
   Señor, escucha nuestra oración.
   R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
   (El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
   R. Y con tu espíritu).

   Oremos. Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y suplicantes imploramos tu clemencia, para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre Virgen María Madre de Dios, del Arcángel San Miguel, de San José Esposo de la Santísima Virgen, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes prestarnos tu auxilio contra Satanás y todos los demás espíritus inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y para la perdición de las almas. Amén.

   Exorcismo: Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesu + cristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero +. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo +. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, "el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre + te lo manda Dios Hijo +; te lo manda Dios Espíritu Santo +. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, "se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte" (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que los "poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos" (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana +. Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza +.

   Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles +. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas +. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios + vivo, por Dios + verdadero, por Dios + santo, que "de tal modo amó al mundo que entrego a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna" (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.

   Señor, escucha mi oración.
   R. Y llegue a Ti mi clamor.
   (El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
   R. Y con tu espíritu).

   Oremos. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

   De las asechanzas del demonio.
   R. Líbranos, Señor.
   Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
   R. Te rogamos, óyenos.
   Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
   R. Te rogamos, óyenos.

   (Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).

   Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados (Tobías 3, 3).

   Padre nuestro ...

 

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